Especie beneficiada
Las bellotas de mar (gén. Balanus) son crustáceos cirrípedos de la familia Balanidae. Habitan en zonas costeras, a baja profundidad. Presentan un caparazón de placas calcáreas, cuyo diámetro oscila entre unos milímetros y 5-10 centímetros. Se alimentan de plancton a través de un conjunto de cirros –apéndices torácicos- con sedas que emergen al exterior por una abertura del caparazón. Los adultos son sésiles y se fijan a piedras, rocas, conchas y a la superficie de ciertos animales, como el mejillón.
Especie que ofrece el beneficio
El mejillón (familia Mytilidae) es un molusco bivalvo filtrador que vive adherido al sustrato. Es marino y presenta una distribución amplia, habitando en aguas intermareales y sumergidas de todo el mundo. Su interés económico y gastronómico es sobradamente conocido.
Los mejillones suelen encontrarse en grupos sobre las rocas bañadas por el agua, sujetos por su biso, tanto en zonas tranquilas como a merced del oleaje; alguna especie ha llegado a colonizar hábitats abisales, cercanos a fosas hidrotermales. Presentan las dos valvas típicas de su clase, que forman una concha de coloración oscura.
Relación
Las bellotas de mar establecen una relación de inquilinismo con los mejillones que habitan en costas a poca profundidad. Los individuos adultos se fijan por la base de su cuerpo a las conchas y permanecen allí durante toda su vida.
Otros animales sobre los que pueden vivir las bellotas de mar son las ostras (familia Osteridae) y las ballenas; algunos percebes, por ejemplo, se incrustan en el cuerpo de la ballena jorobada (Megaptera novae-angliae).
Implicaciones
Vivir sobre la superficie de la concha del mejillón no perjudica en modo alguno a éste, con lo cual no existe razón para considerar la interacción entre estos dos animales como algo diferente del inquilinismo. Sin embargo, es necesario apuntar que las bellotas de mar compiten fuertemente con los mejillones por el alimento, ya que ambos son filtradores: parece curioso constatar cómo un animal establece su hábitat sobre un competidor.
Por otro lado, cuando estos animales se fijan sobre ballenas, se enraízan fuertemente en la piel y en el tejido adiposo; no se conoce con seguridad si el cetáceo resulta dañado o no, por lo que podría hablarse en este caso de una relación de parasitismo. En el caso concreto de la ballena jorobada, un número excesivo de percebes fijados a su piel puede reducir notablemente su flotabilidad, lo que le causa un evidente perjuicio.
Imágenes
Balanus sobre la concha de Mytilus
jueves, 21 de mayo de 2009
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